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Amazon encuentra un equilibrio entre robots y empleados

A finales del año pasado, Nissa Scott comenzó a trabajar en el almacén cavernoso de Amazon ubicado al sureste de Nueva Jersey, apilando contenedores de plástico del tamaño de un banco pequeño. Scott dice que no era la actividad más estimulante. Además, levantar los contenedores —que pesaban unos 11 kilos cada uno— también era agotador para ella después de un turno de diez horas.

Hoy, Scott, de 21 años, observa cómo su remplazo apila los contenedores: se trata de un gigante brazo mecánico de color amarillo brillante.

Su nuevo trabajo en Amazon es cuidar a varios robots al mismo tiempo, resolviendo sus problemas cuando es necesario y garantizando que tengan contenedores que cargar. Hace poco, la garra que se encuentra al final del brazo tomó un contenedor de la banda transportadora y lo apiló sobre otro contenedor, para formar columnas arregladas sobre tarimas de madera ubicadas alrededor del robot. Fue la primera ocasión en que Amazon mostró a un reportero ese brazo mecánico, la última generación de robots que utiliza en sus almacenes.

Las dinámicas entre las personas y las máquinas ocurren a diario en los almacenes de Amazon, los cuales se encuentran ubicados en lugares como Florence, Nueva Jersey, y Kent, Washington. En Kent, los robots parecen escarabajos gigantes que se apresuran mientras cargan anaqueles verticales sobre sus espaldas con mercancía que pesa hasta 1360 kilos. Cientos de ellos se mueven de forma autónoma dentro de una gran zona enjaulada y se siguen de cerca, pero no chocan.

En la orilla de la jaula, un grupo de trabajadores humanos —los “almacenadores”— meten productos en los anaqueles para rellenar su inventario. Los robots se llevan esos anaqueles y, cuando llegan las órdenes de los clientes para los productos que llevan en las espaldas, hacen filas en estaciones al otro lado de la jaula, como autos que esperan pasar por una caseta de cobro.

En el caso de las instalaciones en Florence, la automatización abrió una nueva oportunidad para Scott.

En un momento, uno de los brazos tiró una bolsa y mandó por el suelo poco más de una decena de filtros de plástico para café con forma de cono. Scott presionó un botón con el fin de detener el brazo para que pudiera recoger el desastre de forma segura.

Después, los brazos comenzaron a trabajar de nuevo.

“El robot trabajará lo mismo todo el día”, mencionó Edward Cohoon, quien supervisa a Scott y a otros trabajadores de Amazon mientras se ocupan de cuidar a los robots individuales. “Sus estómagos no gruñen”.

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